domingo, octubre 30, 2005

La impresora rencorosa

Hoy voy a contaros una historia que me ocurrió hace tiempo. Ya que no escribo nada desde hace mucho, mientras se me va ocurriendo otra cosa os dejo aquí una historia de amor-odio de los más curiosa.

Hacia ya tiempo que no cogía el teclado y daba rienda suelta a mi imaginación. Crear uno de esos textos en los que filosofar sin parar, en los que criticar algo, o en los que, simplemente, escribir algo gracioso. Pero es que no me sentía inspirado, estaba en mis horas bajas. Mi mente ya se estaba convirtiendo en un autómata, siempre con lo mismo. Pero heme aquí un lunes, perdón, un martes a las 00:55, habiendo descubierto lo gratificante que es la informática. Y es que necesitaba que algo me tocara las pelotas para encontrar mi inspiración. Esta vez, mi musa es la impresora rencorosa. Y le doy un adjetivo que se suele dar a los seres humanos porque, sinceramente, creo que está tan viva como cualquier ser humano, esto es, tiene las mismas ganas de andar jodiendo todo lo que puede y más.
Yo no le estaba pidiendo nada que fuera muy complicado, sólo quería imprimir cuatro páginas, dos por cada cara, de forma que todo cupiera en un folio. A pesar de todo, este trabajo se cuece en la torre, ella no tenía que hacer nada, sólo recibir un ristra de ceros y unos y ponerlos en el papel. Pero ella me odia, lo sé, es algo que descubrí hace tiempo...

[Flashback] Era uno de los días más importantes de mi carrera, no de mi vida, claro está. Tenía que entregar una práctica de cerca de 30 folios, un trabajo que me hizo sudar sangre. Esta vez había sido un poco más responsable que de costumbre, y en lugar de imprimirlo el mismo día de la entrega por la mañana mientras me tomaba un vaso de leche, había decidido imprimirlo el día antes. Era el momento en que ella se vengaría de mí, por hacerla madrugar, por haberla hecho trabajar siempre tan temprano. Ese día en que quise imprimir ella no quiso, se negó, fingió su propia muerte, una farsa meticulosamente ideada...[/Flashback]

Mañana tenía que entrevistarme con un profesor experto en Linux, así que decidí llevar un poco de información para que sus preguntas no me pillaran en bragas. Llevaba ya bastantes folios impresos, pero no los más importantes, había dejado para el final el más importante, el código fuente de la función que no me deja avanzar en mi proyecto. Joder, debía habermelo imaginado, que después de tanto tiempo ella todavía me guardaría rencor, y es que odios innatos son imposibles de suprimir (ni siquiera formateando).
Yo había colocado el folio en la posición correcta dentro de la bandeja, con suavidad, porque sé que ella es muy susceptible. Pero al ejecutar la orden de impresión se obró el desastre. El folio empezó a ser engullido y arrugado con la facilidad con la que se arrugan los zaragüeles el día del bando (y con la facilidad con la que se engullen las magdalenas marca Carrefour). Al salir el folio ya no era folio y las líneas escritas estaban en alguna lengua satánica. La miré consternado. Ella me devolvió la mirada.
-No, no lo hagas...
-JA JA JA
-No, Dios, no!
Empezó un espectáculo de luces de colores como si el futuro se hubiera vuelto electronik supersonik. Ahora ella estaba hambrienta, quería comer folios, comer hasta reventar. Eso me recordó lo insaciable que es...

[Flashback] La recogimos un bonito día de primavera. Yo, afortunadamente, había podido entregar con éxito mi práctica de 30 folios unas semanas antes gracias a una simpática impresora de universidad. Ella había estado pasando su tiempo en el hospital psiquiátrico Servicio Técnico HP. Cuando la instalé en su sitio la miré con recelo. Parecía una bestia haciéndose la dormida, esperando a que nos diéramos la vuelta para rebanarnos el cuello en silencio. Fue a los tres días cuando salió de su sueño idílico, probablemente producido por los medicamentos recibidos en el hospital. Y quería más y más...[/Flashback]

Decidí ponerle un folio, pero sólo imprimió publicidad de HP, como para reírse de mí, así que le volví a meter el mismo folio, ya escrito por ambas caras. No quería ser responsable de la deforestación por culpa de una maldita impresora rencorosa. Pero la muy zorra se percató de mi maniobra y escupía el folio conforme se lo daba. Utilicé el viejo truco estilo windows: la apagué y la volví a encender, pero está visto que me odia, me odia por encima de todos los usuarios del planeta...